Architectural Digest, https://m.revistaad.es/, POR MARTA SADER, 19-10-2019:

Lejos quedó la estampa del niño que llega andando al colegio. Hoy, la mayoría acude en coche, algo que afecta tanto al medioambiente como al propio crecimiento de los pequeños, que ven mermadas su autonomía y su madurez. ¿Es posible cambiar esto?

¿Alguien se acuerda de lo que era llegar andando al colegio? Quizá nuestros padres lo hagan, pero las nuevas generaciones de niños solo conocen una forma de alcanzar su centro escolar: en coche o, como mucho, en autobús. Esto, de entrada, perjudica al medioambiente, enrareciendo el aire que los menores respiran –un estudio en Barcelona mostró que absorben el 20% de la dosis total diaria de contaminantes durante los trayectos al colegio–. Pero, además, impide a los pequeños utilizar los espacios cercanos a la escuela para jugar y relacionarse, como ocurría antes, pues todo el área se convierte en un hervidero de motores que hace incómodo, y peligroso, habitar las aceras.

Es la pescadilla que se muerde la cola: “La percepción de peligro por parte de las familias ha favorecido el aumento de los desplazamientos en vehículo particular y los atascos a la puerta de los colegios, generando un círculo vicioso difícil de romper: más coches, más riesgo, menos niñas y niños caminando”, aseguran desde la iniciativa Entornos escolares seguros y saludables, impulsada por el Seminario de Movilidad e Infancia.

Tampoco ayuda que muchos centros obliguen a los progenitores a estar presente en la llegada y recogida del pequeño: “Estas medidas claramente socavan la autonomía infantil y la posibilidad de que los niños vayan progresivamente adquiriendo habilidades, ampliando sus referencias y conociendo su entorno palmo a palmo. Vemos que, en aras de su ‘seguridad’, se toman medidas que minan la salud y la autoestima y dificultan que niños y niñas puedan crecer, conocer su barrio, asumir responsabilidades y sentirse parte de una comunidad. El aislamiento y la sobreprotección generan dependencia y vulnerabilidad, no seguridad. Es por ello que se debe trabajar desde todos los ámbitos para evitar que este tipo de políticas se apliquen en los centros, y que se entiendan los beneficios de dejar ir a los niños y niñas solos a la escuela”, explica a AD una de las responsables de dicho Seminario, Mireia Gascón.

GETTY, Architectural Digest, niños andando de camino al colegio.

DIEZ PROPUESTAS PARA QUE LOS NIÑOS VAYAN ANDANDO AL COLEGIO
La meta de esta organización es que los entornos de los centros escolares se conviertan en Áreas de Protección de la Salud de la Infancia. Para ello, el Seminario lanza diez iniciativas concretas, que apelan a diferentes administraciones, con objeto que los entornos escolares favorezcan la movilidad activa y saludable (a pie o en bici). Las mismas se enmarcan dentro de una Propuesta No de Ley (PNL), que debería aprobar el Congreso después de las elecciones. “Pero, más allá del Congreso, otras administraciones, especialmente, los ayuntamientos, pueden tomar medidas para llevarlas a cabo”, indica Gascón.

Dichas medidas contemplan cambios en los centros escolares, como sustituir las zonas de aparcamiento que se encuentren dentro del recinto escolar por áreas estanciales y de juego o reservar en todos los recintos educativos, o en sus aledaños, un espacio seguro para el aparcamiento de bicicletas, patines y patinetes para incentivar la movilidad activa al centro. Además, también apuestan por revegetar los patios escolares con arbolado y plantas que proporcionen sombra, frescor y color, mejorando la calidad del aire y amortiguando el ruido urbano.

Además, en los alrededores de la escuela, se propone limitar el aparcamiento y el tráfico, “muy especialmente, en las inmediaciones de las entradas a los centros”; vigilar estrictamente la normativa vial a la entrada y salida de estudiantes, para que el entorno escolar sea un espacio seguro y de convivencia –y no uno de estrés e incumplimiento de las normas de tráfico, como suele suceder– y priorizar la movilidad peatonal y ciclista en el viario del entorno escolar, con acciones como la creación de corredores de acceso libres de coches, el fomento de la presencia de vegetación y agua, y la promoción de zonas estanciales, de encuentro y de juego en el espacio público.

GETTY, Architectural Digest, niños andando de camino al colegio.

El Seminario también sugiere medidas relacionadas con la planificación urbanística, como integrar en la redacción del POUM (Plan de Ordenación Urbanística Municipal) medidas para fomentar entornos escolares seguros y saludables. Asimismo, contemplan incorporar en los Planes de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) medidas específicas de limitación del tráfico en los entornos escolares o promover un cambio generalizado hacia el modelo ‘Ciudad 30’, para reducir la velocidad del tráfico en todo el viario urbano.

Asimismo, este grupo de trabajo formado por profesionales del urbanismo, la educación, la gestión de la movilidad, la seguridad vial y la salud pública recomienda también priorizar la proximidad al centro escolar como criterio básico para optar a una plaza en el centro, revirtiendo la implantación de ‘zona única de escolarización’ que, según apuntan, tan negativamente influye en el incremento de desplazamientos motorizados diarios.

IR ANDANDO AL COLEGIO ES MUCHO MÁS QUE CAMINAR
El conjunto de medidas, en palabras de Gascón, “trata de devolverle a niños y niñas el espacio que se les ha usurpado y la capacidad de utilizar las calles a sus anchas”. Y añade: “Los proyectos de camino escolar son una excusa para llevar a cabo esta importante conquista”.

De esta manera, a ojos del Seminario, la sobreprotección y continuo control adulto de la infancia, reflejado, en este caso, en su transporte al centro escolar en coche, impide el aprendizaje y dominio de numerosas aptitudes imprescindibles para el buen desarrollo físico y la maduración de destrezas psicológicas básicas. Entre ellas, los expertos destacan habilidades sociales, resolución de problemas, orientación espacial, percepción de eficacia, autocuidado y autoconfianza.

“Las dificultades de los menores para caminar, correr y relacionarse con su entorno inmediato, así como para encontrarse y jugar libremente con iguales, se han vinculado, no solo con falta de autonomía, sino con problemas crecientes de soledad y aislamiento en niños y niñas, o con el incremento del estrés emocional e hiperactividad”, avisan además. Por si fuera poco, el no caminar hacia el colegio también incide negativamente en el porcentaje de menores con sobrepeso en España, que, situado en el 40%, es uno de los más altos de Europa.

¿QUÉ SE ESTÁ HACIENDO HASTA AHORA?
La DGT lleva, desde 2011, promoviendo Camino Escolar Seguro, “una acción compartida en la que cada entidad, institución o agente participante ha de aportar su granito de arena, dentro de sus competencias, para hacer que niños y niñas puedan ir de manera activa y sostenible al centro escolar”, según nos explican sus impulsores, el Foro Infancia y Movilidad. En la puesta en marcha de estos proyectos participan ayuntamientos, padres y madres, centros educativos, entidades preocupadas por la movilidad infantil y por supuesto, los niños, “sus principales protagonistas”.

Una de las acciones englobadas en esta iniciativa es The Traffic Snake Game (el “Juego de la serpiente del tráfico”), que tiene como objetivo un cambio en los hábitos de movilidad de escolares de primaria y sus familias. Otro, el Proyecto Stars, que reconoce a los centros educativos su transición hacia los desplazamientos sostenibles con un sistema de acreditaciones. “Este tipo de acciones genera la necesidad de crear entornos más seguros, mejores infraestructuras, herramientas para fomentar la movilidad, y un convencimiento de las familias para dotar a sus hijos de una mayor autonomía y de los beneficios que todo esto conlleva”, comunican desde el Foro.

Así, durante el período 2015/2018, se han llevado a cabo 446 proyectos de este tipo, con la implicación de 170 municipios. Sin embargo, aún queda mucho por hacer, tal y como admiten desde el propio Foro: “Hace falta un mayor convencimiento de la ciudadanía en favor de la movilidad sostenible, adoptando medidas y alternativas desde los municipios que favorezcan esta opción. Además, es necesario que este tipo de acciones y proyectos se lleven a efecto desde la accion compartida, y que exista una apuesta por otros medios de transporte con el consiguiente abandono del vehículo particular siempre que sea posible”.

Gascón, en cuyo Seminario trabajan activamente también miembros de la DGT, se muestra de acuerdo: “A pesar de todas estas iniciativas, es evidente que se necesitan más esfuerzos para que éstas lleguen a más escuelas, así como acciones y modificaciones en el entorno urbano y en las políticas de transporte que favorezcan el ir a pie. Además, es necesario que los padres entiendan que es la forma más segura, sostenible y saludable de ir a la escuela”. Para conseguirlo, la experta nos invita a firmar el formulario de adhesión para la conversión de los entornos escolares en áreas más saludables para la infancia, disponible en la página de la Asociación Española de Pediatría. “Entendemos, como plantea Tonucci, que, si la ciudad funciona para bien la infancia, funciona bien para todo el mundo”, concluye Gascón.”

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